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Características y cualidades especificas de la Pintura terapéutica

  • Foto del escritor: Irene Olid Gonzalez
    Irene Olid Gonzalez
  • 2 nov 2016
  • 3 Min. de lectura

El COLOR –como “sustancia” natural y fluida (acuarela Stockmar)- como agente terapéutico fundamental, acorde a su Ser y naturaleza primigenia, para una actividad pictórica, cuyo “como”- permite:


  • transformar el pigmento en color y expresión afín al Ser que lo mueve y anima;

  • transformar el trazo instintivo, caduco, por ligado a la herencia y pasado, en gesto de una mano, sujeta por la atención, plena de tacto, sensibilidad y contenidos del ser, pero, a disposición de los nuevos objetivos a conquistar; no interesa lo que ya sabemos, si no lo distinto, único, irrepetible.

  • adentrarse en procesos puramente temporales, que transcurren al interior del organismo humano y su Ser;

  • permite su expresión mas genuina y profunda de lo pasado y futuro, contenidos en lo presente;

  • es considerado por R. Steiner en la investigación espiritual de sus orígenes y naturaleza, como cualidad o sustancia anímico-espiritual fluidificada, intrínseca, inseparable y consubstancial en la formación del alma humana, sus sentidos, cualidades y contenidos.


Por tanto:

-es “alimento” imprescindible, especifico del alma, sus características y organización superior del Ser Humano;

-es un “puente” entre el mundo sensible y causal- suprasensible-, ya que primero las cosas son hechas y después se manifiestan;

-es recreado y sacado desde el interior de uno mismo, no como algo parcial, marginado y limitado a las restricciones espaciales del color, si no como un recuerdo del ensueño infantil, prenatal, cuando disponíamos de un espectro amplio de colores y, poco a poco, nos vemos solicitados por la cualidad semejante de los mismos, que hace tiempo ya no encontrábamos con esta intensidad en la Naturaleza. Mas tarde ya, empiezan a preocupar los contenidos y temática de lo exteriorizado, que por si mismo constituye un aspecto higiénico para el alma, pues algunas imágenes, si permanecen o persisten al interior, pueden conllevar y contribuir a procesos patógenos o de enfermedad;

-el color que surge, por ser puesto en movimiento por la actividad pictórica del paciente, ejercita la función y el proceso de apertura hacia el interior, “visión-escucha”, de su Ser y cuando es manejado con maestría espiritual, permite liberar el ojo humano de los planos exteriores, excesivamente pesados y superficiales, elevarlo a la percepción del Misterio en la profundidad incorpórea ultima de toda corporalidad.



El RITMO -en la actividad- con su aspecto revitalizante y solar, que observamos también en la Medicina:


-Es imprescindible, como en la Naturaleza, para generar un proceso y la fuerza que se precisa para suscitar el movimiento interior, la transformación, metamorfosis y generación de nuevas aptitudes y facultades desde la propia actividad, por lo que acompaña el proceso médico de sanación, ampliando y co-ayudando a su mas eficiente asimilación;


-La terapia individual permite ajustar los tiempos y ritmo a las condiciones genuinas del paciente, intensificando el proceso o escuchando el tempo oportuno, lo que conlleva a una mas pronta resolución posible, sin perder de vista que, cada proceso y cada ser requiere –su Tiempo-


-El ritmo mínimo es de una vez a la semana, con sesiones de entre 1/2h y 1h y media, según necesidad y estado del paciente;


-El ciclo terapéutico mínimo, entre 8 y 10 sesiones. No obstante es el Ser del paciente, desde su libertad, es el que muestra la duración del proceso;


-El paciente es acogido en un espacio acorde con la actividad a desarrollar con los materiales y medios necesarios.

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